sábado, 24 de marzo de 2012

Historia de la canción "Destruyan a los robots"

Primero fue la canción.
Invierno de 2010. En esos días mi hija Helena me había dicho que los robots comían tuercas y bebían aceite. Ahí me di cuenta de que hay un sentido común, o una representación común sobre los robots que se transmite generacionalmente, que forma parte de la cultura. Pensé eso porque lo que me decía Helena me resultaba totalmente familiar y comprensible, una representación que yo también había tenido desde chico. Me pregunté por cuáles medios se transmitía esa representación. La respuesta era muy fácil, por los medios de comunicación; pero en realidad me preguntaba a través de qué revistas, dibujos animados y películas particulares lo podría haber visto yo.

Pensaba aquello mientras caminaba por la calle y recordé un juego de commodore 64 que jugaba con mi hermano Fernando (baterista de Destruyan a los robots) cuando eramos muy chicos. Se trataba del Impossible Mission, un juego para Commodore 64 que consistía en recorrer distintos pisos en un ascensor para reconstruir un rompezcabezas. Uno podía morir de dos maneras: ser electrocutado y desintegrado por robots (tipo R2D2) o caer en un pozo, en cuyo caso el personaje emitía un alarido tan particular y gracioso que con Fernando lo reproducíamos cada vez que nos golpeábamos o caíamos.
Pero sin duda lo mejor del juego -y lo que se conecta con este post- era el comienzo. El juego arrancaba con el personaje en el ascensor y una voz en off, en calidad de 8 bits, que decía algo indescifrable (porque estaba en 8 bits), que con el tiempo averigué era "Destroy him, my robots!".

Durante esa caminata junté todos esos elementos y empecé a tararear "destroy him my robots, destroy him my robots". 15 cuadras después ya tenía las dos primeras estrofas y el estribillo grabadas en el celular.
"Destroy him my robots" se había convertido en "Destruyan a los robots".

Sabía que tenía algo bueno entre manos pero no estaba seguro de si en la banda se lo iban a tomar en serio. En la guitarra criolla, como se lo mostré a Fernando, parecía una canción de Manu Chao. Todo el tema era Am - G - F - G. Fernando se cagó de risa pero le pareció algo interesante. Después la pasamos a formato rockero y le hicimos una reforma armónica: el bajo iba a ser siempre en A. Ahora todos sabíamos que teníamos algo bueno entre manos pero todavía no terminaba de funcionar. Había algo raro en la armonía, algo que iba en contra de la dirección natural del tema. Fernando dio con la solución: "muchos acordes, tiene que tener uno solo".
Entonces la canción pasó a tener un sólo acorde.
Lo pensamos como un tema antipop. Monocorde, con una batería a contramano de lo habitual, con un redoblante en negras, con una letra que no se entiende bien si es en joda o no.
Esa es la historia de la canción. Todavía la tocaba una banda que no se llamaba Destruyan a los robots

2 comentarios:

  1. cuanto entra en una canción...

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  2. Todas las cosas están conectadas. A veces increíblemente. Nunca hubiera pensado que ese críptico juego que durante casi toda mi vida fue motivo de bromas iba a inspirar 25 años después el concepto de una banda.

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